Capítulo 11 "INYECCIÓN"

Veía mi reloj, marcaba exactamente las cuatro de la tarde, el timbre sonaba, me indicaba que debía comenzar. Catalina se acercó a mí muy naturalmente, ya confiaba en mí, todo gracias a aquella vez en el baño...

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Ese día estaba todo planeado. Llevaba mi maleta al baño del liceo, cuando divisé a Catalina simulé todo un accidente...Mientras ella se acercaba a mí, choque intencionalmente con ella, dejando caer la maleta que se encontraba entreabierta, las jeringas se desparramaron por el suelo del lugar, que en ese entonces estaba totalmente vacío, sin ninguna otra persona que lograra ver lo acontecido. Catalina me miró con asombro y me dijo: - Así que tu también eres ¿no?, me impresiona de ti Sara, nunca lo imaginé, pero ahora que sé, te comunicaré que te puedo ofrecer mejores...no sé... si te interesa, digamos que tengo mis contactos...-
- Ehh...-dejando de recoger las cosas del suelo y mirándola- ¿Tu también Catalina?, por favor, no se lo digas a nadie, pero se que tu me puedes ayudar a conseguir más de esta- señalando las jeringas.
- Si, no te preocupes, que te parece que nos juntemos un día de estos, para llevarte a un lugar, ¿qué opinas?
- Si, me interesa tu propuesta, pero me gustaría contar con tu discreción.
- No te preocupes, está en mis manos. Nos vemos en la sala, ¡bye!
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Fue así como ahora yo tengo todo en mis manos, y no dudaré en desperdiciar la oportunidad, mí oportunidad.

- ¡Sara!- hablando en voz baja- Acuérdate que hoy te llevaré a un lugar, para el intercambio.
- Si, no te preocupes, lo tengo en cuenta, vamos.

Salimos del liceo y caminamos entre la multitud que transitaba el lugar, cinco minutos, diez minutos caminando, cuando de la nada aparecieron dos tipos vestidos con un tarje muy familiar, que nos obligaron a subir a un auto estacionado a metros del lugar donde nos interceptaron, claramente era un secuestro, pero la única victima de este asunto era Catalina.

Subimos al auto y saqué mi pistola, una Kimber SLE, y la coloque justo en su cien, veía sus ojos atemorizados y sus gritos interminables que me hacían gozar más el momento. Mientras uno de mis colegas de misión, Martín amarraba sus manos y pies, Antonio la amordazaba y cubría sus ojos. Baje mi pistola por un momento, saque una jeringa que tenía Barbitúrico, un sedante para adormecerla, se lo inyecté en uno de sus antebrazos y calló al poco tiempo en un sueño profundo.

Con el equipo nos mantuvimos casi en silencio, hasta llegar a la mansión. Bajamos el cuerpo sedado de Catalina en una camilla y la llevamos hasta la habitación, mi habitación donde llevaría a mis victimas, estas se encontraban en el -2 piso del edificio.

Realmente ese momento lo disfruté al máximo, tenía una vida en mis manos y sabía que se extinguiría allí, sin ninguna esperanza, sin ninguna compasión, temblaba de una forma asquerosa, mi sudor caía por mi rostro sin lograr controlarlo.

Abrí la habitación 536, entré la camilla, en el centro de la habitación había una silla con un haz de luz que caía sobre ella, enfrente había una mesa, con una bandeja sin nada. Bajé a Catalina con ayuda de Alexander y la senté en la silla, la amarramos a ella para que no cayera, pero la dosis del sedante terminaría en media hora más, por lo que la dejamos acomodada para su función.

Mientras, fui a mi habitación a cambiarme la ropa y ponerme el uniforme de la asociación, cuando transcurrieron 15 minutos bajé a la habitación 536 y coloqué las jeringas con droga en la bandeja, me quedé en la habitación junto a Catalina y esperé que despertara.

Catalina comenzaba a moverse lentamente, me acerque a ella y le quité la venda de los ojos, le caían lágrimas por el dolor muscular, el sedante era fuerte y traía mucha dependencia tras una dosis elevada, más sobretodo si la persona es drogadicta. Catalina aun no lograba ver bien, identificar en donde estaba y quien era yo, quizá aun no conectaba los sucesos acontecidos horas atrás. Me acerque a ella y la tome del rostro, examine la dilatación de sus pupilas, aun estaban mal, la dejé y esperé mientras me comunicaba con Alexander.

- Aun no se encuentra del todo bien, ¿qué hacemos?
- Sara, solo espera, verás que cuando su cuerpo le pida droga, pondrá todos sus sentidos en juego.
- Si, eso es lo que hago, ¿Antonio puso bien las dosis en las jeringas?
- Si, pierde cuidado, Catalina caerá en su propio juego.

Esperaba, los minutos transcurrieron lentamente, hasta que Catalina comenzó a sollozar, levanto su cabeza y abría lentamente sus ojos, trataba de hablar, me acerqué a ella y le quite el paño de su boca. En segundos comenzaron sus gritos, parecía un martirio, quería que luego acabara, ya no soportaba escuchar sus gritos, sus lamentos.

- ¡¿Quién eres tú?!
- Catalina, ¿no me reconoces?, mírame bien, ¡mírame!, ¿viste?, ¿te gusto la sorpresa?
- ¿Sara?- llorando- ¿por qué me haces esto?, suéltame por favor.
- Sabes que no puedo, así que acostúmbrate a estar sentada ahí, y deja de llorar.
- ¿Qué quieres de mi?, ¿qué te he hecho?
- Nada, no quiero nada de ti, y tampoco me has hecho nada, pero creo que mereces estar aquí. Quizá por tu sucio trabajo, cada uno se busca su destino y este es el tuyo, ya no tienes esperanza, nada, no tienes nada, estas sola, quizá te esté ayudando a dejar de estar sola. Sabes, tu vida vale mi vida, y ahora más que nunca mi vida es muy valiosa, pudiste a ver empezado por ahí, no estarías aquí si te hubieras valorado un poco. Bueno, termino de hablar y te dejo, una última inyección te podría hacer sentir mejor, o quizá te gustaría dejarla, pero bueno, lo dejo a tu elección, estas jeringas estarán aquí donde no quites tus ojos.
- ¡No te vayas, no me dejes!
- Solo me sentaré a ver que pasa, descuida, quiero ver todo en directo.

Pasaban los minutos, una hora, Catalina comenzaba a transpirar a inquietarse, hasta que finalmente, soltó las sogas que la amarraban, se paró del asiento a duras penas, se dirigía a la mesa donde se encontraban las jeringas, se apoyo con agobio en la mesa, se arrodillo y tomo una de las jeringas, mientras hacía esto lloraba con desesperación, se percibía que se sentía perdida, se busco la vena del antebrazo izquierdo, se amarro una soga en su brazo y presiono con fuerza, finalmente termina por inyectarse lo que ella creía que era heroína, pero cayó en la trampa que terminaría con ella. En segundos comienza un prurito nasal, facial y en sus extremidades a los minutos cae al suelo por los fuertes dolores abdominales, Catalina no paraba de gritar y vomitar, después de un tiempo se calmó, pero para esperar algo peor, comenzaba a salir sangre de la boca, se intentaba acercar a mí pidiendo auxilio, pero sus esfuerzos eran inútiles. Miré mi reloj, ya habían pasado 48 minutos desde que se puso la dosis, era una muerte lenta y llena de dolores, en ese instante Catalina cae con calambres en sus extremidades y luego con convulsiones, para comenzar con una parálisis muscular, veía como su cuerpo reaccionaba ante la dosis de un mortal veneno llamado Compuesto 1080, el cual se encontraba disuelto en agua, que simulaba la apariencia de la heroína. Su cuerpo se retorcía en un intento de vivir, las convulsiones se hacían más violentas, luego de media hora en ese estado crítico, su cuerpo comienza a calmar producto del coma.

Me acerqué para tomar su pulso, ya se encontraba muy bajo, aun fluía sangre de su boca, sus ojos se encontraban abiertos, dejé el cuerpo de Catalina hasta que finalmente acabadas las dos horas dejó de vivir

Veía como su cuerpo yacía en el suelo de la habitación, lleno de vómito y sangre. Luego tocan la puerta y entra Martín con una camilla, recogemos el cuerpo, lo acomodamos y se lo llevan. Catalina en un abrir y cerrar de ojos ya estaba muerta, no podía creer lo que había hecho, jamás pensé que esto sería de mi vida, una depresión inmensa me inundaba, tantas cosas habían pasado en cuatro horas y ya no había vuelta atrás, ya me convertía en una asesina y me quedaba sola en esa habitación que me atormentaba.